Por Daniel Domínguez Z.

Crítico de arte, periodista, profesor y director de la revista académica “La Antigua” de la Universidad Santa María La Antigua.

Contra los vientos huracanados de una ayuda económica que no es permanente desde el Estado y las mareas bajas de una empresa privada que debe ser más colaborativa con la cultura, el Festival Internacional de Artes Escénicas de Panamá (FAE 2025) continúa con su objetivo de ser la principal vitrina para que los espectadores nacionales vean interesantes muestras provenientes de otras latitudes, y a la par, disfruten de montajes interesantes de lo que se produce en nuestro país.

El FAE Panamá se llevó a cabo del 9 al 13 de abril de 2025. Su cuidada oferta incluyó 11 espectáculos a cargo de colectivos procedentes de Argentina, Colombia, Costa Rica, Panamá, España, Perú y Portugal, obras que se presentaron en 8 espacios de la ciudad capital, así como 7 actividades formativas, entre clases maestras y talleres.

Desde el 2004, cuando inició labores como bienal, hasta hoy que tiene un carácter anual, el FAE Panamá tiene un puesto de honor en Latinoamérica entre los espacios dedicados a resaltar lo mejor del teatro y la danza. Este logro es conseguido por el tesón de Enrique King, su productor general, y su equipo de trabajo.

Compromisos

Un factor clave de este festival es su permanente compromiso social y educativo. Por eso tuvo actividades gratuitas en su segmento “El FAE llega a las escuelas del barrio”, en las que se ofrecieron puestas en escena pensadas para niños y niñas de escuelas primarias públicas de áreas populares.

También cabe destacar el “Laboratorio Formativo FAE”, que brindó a estudiantes una serie de clases de diversos temas a cargo de maestros, nacionales e internacionales, que participaron en el festival.

Y pensando en sacar el arte de las cuatro paredes de las salas y llevarla a las calles para eso estuvo “El FAE al aire libre”, que se apropió de las plazas del corregimiento de San Felipe, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

 ¿Dime qué recuerdas?

Como es una norma dentro del FAE Panamá, la programación de este 2025 mantuvo su nivel artístico y su preocupación para que desde las artes escénicas se reflexione sobre las grandes preocupaciones sociales en este mundo cada vez más gobernado por presidentes con delirios de emperadores.

De España aterrizó la Compañía Titzina Teatro con la emotiva pieza “Búho”, que narró cómo tras un accidente un antropólogo forense especializado en yacimientos paleolíticos perdió la memoria.

Estamos ante el resultado de dos años de indagaciones en sanatorios de Diego Lorca y Pako Merino sobre las insondables profundidades de la mente humana. Además, ambos se hicieron responsables de la dirección, los dos fueron los intérpretes de la obra y Lorca se hizo cargo de la dramaturgia.

“Búho” está a medio camino entre una investigación psicológica y una policíaca, más un valioso discurso filosófico sobre quiénes somos a partir de lo que recordemos o no, y en qué medida tenemos una identidad desde el hecho de ser dueños, o no, de nuestras propias remembranzas.

Estamos en el 2021. El argumento ocurre en un hospital cerca de Barcelona. El protagonista principal es un paciente que no es consciente que desconoce mucho sobre sí mismo luego del citado incidente. No recuerda casi nada, salvo su nombre (Pablo) y que reside en un pueblo. La situación se hace aún más dolorosa porque tampoco tiene retentiva de lo inmediato: a medida que la vida le pasa ante sus ojos lo va olvidando todo. 

Su médico se llama Rubén y le hace la misma interrogante en cada sesión: “¿Dime qué recuerdas?”. Las respuestas del paciente son por lo general imprecisas, fragmentadas. En estos tiempos de la post verdad y de las certezas manipuladas, esa misma pregunta nos la podemos formular sobre cualquier acontecimiento colectivo que requiera de una toma de posición.

Edificio Aqua 56

El vecino Colombia llegó a Panamá con “Omisión”, un impecable montaje bajo los acordes críticos de La Congregación Teatro.

Johan Velandia, viejo amigo del FAE Panamá, volvió a demostrar que es un talentoso hombre orquesta: fue actor, productor, director y dramaturgo de “Omisión”.

La obra desarrolla una versión libre de un hecho real ocurrido en el norte de Bogotá en diciembre de 2016: un hombre adinerado secuestra, viola, tortura y asesina a una menor de edad en su apartamento. 

“Omisión” gira en torno a Ernesto, el humilde guardia de seguridad del inmueble, quien quizás fue testigo de cuando el asesino ingresó con su víctima al edificio Aqua 56 y que es posible que no alertó de lo que había visto en su portería. Hablamos de lo que se supone que ocurrió, pues la verdad completa no se sabrá, ya que el Ernesto real y el de la ficción se suicidaron bajo muy extrañas circunstancias.

El otro eje de “Omisión” es el abogado de la empresa de vigilancia Security 24/7, quien es el encargado de elaborar un plan manipulador para salvar la reputación de la compañía que representa.

Hay un tercer personaje sobre el escenario, que, a lo largo de la puesta en escena era usada como una muñeca al antojo de los adultos: es una actriz que encarnó a esa pequeña de 7 años perteneciente a una comunidad indígena que fue ultrajada hasta morir. Ella durante “Omisión” perdió su derecho a hablar, ya que está muerta como las más de 745 mujeres que en el 2024 fueron víctimas de feminicidios de acuerdo a la Defensoría del Pueblo de Colombia.

El desafío de la libertad

La novela “Matate, amor” de Ariana Harwicz, se transformó en un potente unipersonal con título homónimo a cargo de la extraordinaria actriz Erica Rivas (“Relatos Salvajes”) y la acertada dirección de Marilú Marini. Este demoledor monólogo representó a la Argentina en el FAE Panamá 2025.

“Matate, amor” es sobre una mujer casada y con hijo, quien reside en una zona rural. Aunque supuestamente debe ser feliz y sentirse realizada porque tiene marido y es madre, experimenta con frecuencia episodios de ansiedad y desazón que la llevan de lo civilizado a lo salvaje, aunque, ¿quién define qué es lo uno y lo otro?

El personaje encarnado brillantemente por Erica Rivas, que va de la fragilidad a la dureza más reivindicativa, propone exterminar al amor romántico acartonado, a terminar con el patriarcado que ha hecho tanto daño, invita a redefinir los roles dentro de un sistema familiar que debe ser más igualitario. También es una proclama a favor de la libertad individual, es una sublime indagación a lo femenino y es una voz que se alza contra la represión de la mujer.

“Matate, amor” echa mano del drama y del humor sombrío con ecos a James Joyce y Samuel Beckett, para plantear quién deseas ser y una sociedad castrante que ordena en qué debes convertirte. Por lo que el montaje está tejido con preguntas desafiantes y deja al espectador que reflexione en cuáles podrían ser las soluciones.

Perú

En tanto, desde Perú aterrizó el grupo de circo contemporáneo Teatro Arena y Estera con “Urpila”, una puesta en escena pensada para toda la familia, en particular, para los niños que están llamados a ser los y las salvaguardas de la Madre Tierra.

“Urpila” giró en torno a no dar la espalda a esa naturaleza que corre el peligro de extinción por las equivocadas decisiones de gobiernos y particulares, y exhorta a que a nuestra casa común la cuidemos, mimemos y queramos para que nos siga acogiendo en su seno.

El colorido y lúdico montaje les propuso a los chicos que deben atesorar ese caudal de información que constituye la memoria colectiva de los pueblos, en especial los que emanan del mundo rural, y que esos saberes ancestrales se alimentan con la identidad de las naciones y sin ningún tipo de distinción, ni discriminación ni marginación.

Esos seres perjudiciales

Mientras que Portugal se hizo presente con una vibrante muestra de danza contemporánea, “Mar perdido”, de la Compañía Alentejana de Danza.

En ocasiones nuestro comportamiento es cuestionable y despreciable. Eso lo deja claro “Mar perdido”, quien desde los pincelados cuerpos de sus bailarines plantea que ciertos turistas son peores que las alimañas, ya que causan daños a su propia especie, a los sitios que visitan y al medio ambiente que les rodea.

Es sobre los turistas dañinos que dejan atrás una versión distinta de las ciudades conquistadas durante sus vacaciones: toneladas de basura y un irrespeto por los inmuebles de valor patrimonial.

Hablamos de humanos que contaminan aire, tierra y mar con sus desechos, olvidando que, tarde o temprano, caerán en sus propias redes de la destrucción y todos iremos rumbo al despeñadero. 

Costa Rica

“La Brecha” es una coproducción entre Costa Rica y Panamá. Fue dirigida por el tico Jorge Hugo Carrillo, quien nos compartió un triste y heroico retrato de tres de esos cientos de miles de hombres y mujeres que, expulsados por la pobreza y la ausencia de esperanzas en sus respectivos países, naufragan por el Tapón del Darién rumbo al sueño esquivo americano. 

Carrillo compartió primero “La Brecha” en el 2024 con el público tico residente en la frontera con Nicaragua y al año siguiente lo hizo con los espectadores panameños de la mano del FAE. La audiencia quedó impactada con este sobrecogedor drama social sobre la inmigración que ocurre a raudales por Centroamérica.

Este cautivante y bien ejecutado montaje no tiene nada que envidiarle al talento de otras regiones. Otra lección muy hermosa de un proyecto como este es que el teatro vuelve a unir países. Carrillo evidencia algo que nunca podemos desterrar de nuestras mentes: que las artes escénicas son un punto de encuentro entre creadores de diversas partes y que se fusionan para hacer proyectos comunes para beneficios de todos.

La quinta frontera

Panamá tuvo presencia con Malamaña Teatro y su obra “Tía Sam”, escrita, dirigida y actuada por Maritza Vernaza, quien entra en la piel de uno de los habitantes que en el siglo XX fueron muy conocidos por los panameños por las razones más variopintas, aunque tengo la impresión que entre los istmeños nacidos durante el siglo XXI son unos perfectos desconocidos: los zonians.

Los zonians eran los soldados y civiles norteamericanos que residieron en la antigua Zona del Canal entre 1903 y 1999, en esa franja de un puñado de kilómetros cedidos a Estados Unidos para construir, defender, operar, mantener y administrar el Canal de Panamá como resultado del Tratado Hay-Bunau Varilla (que ningún panameño firmó).

La Zona del Canal, como deja patente “Tía Sam”, era un país dentro de otro país, algo inaudito en el resto del planeta durante la centuria anterior. Tenían ellos sus propias leyes, solo se hablaba en inglés, y ningún panameño podía transitar por ese territorio, salvo que presentara en las garitas de las bases militares estadounidenses un documento que le permitiera estar dentro de ese perímetro que nos era ajeno.

“Tía Sam”, una zonian que después fue devorada por la furia de su propia patria, también ofrece esa otra lectura: en todas partes hay violaciones a los derechos humanos, como una prueba de que el poder, a veces, hace lo que le da la gana, incluso devorar a los suyos.

Así acabamos este breve recorrido por el FAE Panamá 2025. Una vez más este festival nos reitera que las artes escénicas tienen la enorme capacidad de enseñarnos lo que desconocíamos de la vida; que la danza y el teatro siguen siendo elementos disruptivos que permiten derrumbar sospechas y prejuicios, y que los artistas son cada vez más necesarios en estos tiempos de incertidumbre.